El púlpito, hexagonal, es del tiempo, con entrada por el lado del claustro, hoy impracticable. Según Gaspar Gómez de la Serna, es de componente mudéjar del estilo isabelino.

Pero, donde el derroche de ornamentación llega a ser desbordante, como si de una yesería árabe se tratara, es en las tribunas reales, sin duda lo más llamativo de la decoración. Nacen las tribunas a mitad de los pilares, dobles o bifrontes, con paneles a modo de trapecios, donde resaltan repetitivamente potentes y coronadas iniciales de los Reyes, entre emblemas de yugos y flechas. Pequeñísimas estatuas con ménsulas y doseles primorosos decoran el soporte, también bifronte, de extraño diseño poliédrico, hasta terminar en los antepechos de las tribunas propiamente dichas, monumental encaje en piedra de primoroso calado flamígero. La ornamentación vegetal, tan característica de este estilo, ha prestado sus ramas, hojas y flores para enriquecer una de las obras de arte mejor definidas en la historia: estilo isabelino.